miércoles, 22 de julio de 2015

Perder la cabeza nunca fue barato

Llevo bastante tiempo sin escribir, tanto que se me han oxidado los dedos y siento un abismo enfrente de mi. A veces vivimos tan deprisa que frenar en seco nos corta la respiración, y cuesta recuperarse. Y a mi, que me gusta vivir lento, estos últimos meses sólo me ha dado tiempo a escribir en mi mente todo lo que filtraba del mundo.

Ahora es de noche, hace calor y las ideas se tropiezan en mi cabeza para ser escritas. El señor que hablaba cincuenta y tres idiomas en el lago del Retiro, los arañazos de las plantas en mis pies casi descalzos, las charlas de futuro con amigas, las caricias y la tarde en la que nos comimos las palomitas antes de entrar al cine. Y creo firmemente que todas estas cosas me han hecho más real. Hoy abro mis brazos y abrazo al verano y su música de cine. Vuelvo a mi.

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