lunes, 27 de julio de 2015

Manual de huida

Para huir no hace falta huir. Simplemente quédate quieto, cierra tus ojos tan fuerte como puedas y lleva tu mente donde nadie te pueda alcanzar. ¿Es tan sencillo como parece? Ahora bien, escucha tus latidos, sí, esa lata olvidada bajo el pecho. Hiberna. Mira el mar. Mira el cielo. Mira lo que te reconforta mirar. Pero no te mires a ti si lo que quieres es huir. Si huyes es por ti.  Así que ya te mirarás cuando sientas que quieres. De momento, imagina que eres un caballo corriendo en una playa que nunca se acaba.

Si por el contrario no te convence la idea, puedes coger lo que pilles, dejar todo atrás y correr. Desaparecer. No hay mayor efecto, ni mayores consecuencias. Giras en contra de las agujas del reloj, pero no del tiempo. Quizá necesites ver tu reflejo en el agua y tenderle la mano, sonreírte y, aunque suene absurdo, abrazarte. Porque cuando una parte de ti huye y la otra quiere quedarse puedes romperte, ya que desafortunadamente no somos chicles de Willy Wonka.

En fin, que huir significa ir a buscarte.



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