jueves, 10 de septiembre de 2015

Puzles









Siempre que viajo siento que todos los fragmentos mi mente se compactan y sólo quiero volar. 

Volver a mis raíces estas semanas me ha hecho recordar lo efímero que es el tiempo. Aún recuerdo las macetas llenas de bonitas flores de mi abuela adornando la azotea, hoy vacías y apiladas como si carecieran de valor. Recuerdo el olor de su pollo en salsa, su risa y sus mimos. Las peores enfermedades son las que roban los recuerdos.

El sabor de los tomates del tío y tantas otras cosas que siempre llevaré conmigo.

Hoy miro a mi alrededor y siento que soy un pedazo de allá a donde voy y de las personas que, con su presencia (o su recuerdo), me alimentan por completo. Gracias por tanto.

lunes, 27 de julio de 2015

Manual de huida

Para huir no hace falta huir. Simplemente quédate quieto, cierra tus ojos tan fuerte como puedas y lleva tu mente donde nadie te pueda alcanzar. ¿Es tan sencillo como parece? Ahora bien, escucha tus latidos, sí, esa lata olvidada bajo el pecho. Hiberna. Mira el mar. Mira el cielo. Mira lo que te reconforta mirar. Pero no te mires a ti si lo que quieres es huir. Si huyes es por ti.  Así que ya te mirarás cuando sientas que quieres. De momento, imagina que eres un caballo corriendo en una playa que nunca se acaba.

Si por el contrario no te convence la idea, puedes coger lo que pilles, dejar todo atrás y correr. Desaparecer. No hay mayor efecto, ni mayores consecuencias. Giras en contra de las agujas del reloj, pero no del tiempo. Quizá necesites ver tu reflejo en el agua y tenderle la mano, sonreírte y, aunque suene absurdo, abrazarte. Porque cuando una parte de ti huye y la otra quiere quedarse puedes romperte, ya que desafortunadamente no somos chicles de Willy Wonka.

En fin, que huir significa ir a buscarte.



miércoles, 22 de julio de 2015

Perder la cabeza nunca fue barato

Llevo bastante tiempo sin escribir, tanto que se me han oxidado los dedos y siento un abismo enfrente de mi. A veces vivimos tan deprisa que frenar en seco nos corta la respiración, y cuesta recuperarse. Y a mi, que me gusta vivir lento, estos últimos meses sólo me ha dado tiempo a escribir en mi mente todo lo que filtraba del mundo.

Ahora es de noche, hace calor y las ideas se tropiezan en mi cabeza para ser escritas. El señor que hablaba cincuenta y tres idiomas en el lago del Retiro, los arañazos de las plantas en mis pies casi descalzos, las charlas de futuro con amigas, las caricias y la tarde en la que nos comimos las palomitas antes de entrar al cine. Y creo firmemente que todas estas cosas me han hecho más real. Hoy abro mis brazos y abrazo al verano y su música de cine. Vuelvo a mi.

sábado, 21 de marzo de 2015

El mundo tras el cristal


Había una vez una chica apasionada por la vida y sus luces. No saboreaba el día si no era con un buen zumo de naranja al despertar, y le aliviaba escuchar “por favor” y “gracias” porque, al fin y al cabo, era  indicio de que la humanidad aún no estaba del todo perdida. Siempre andaba de puntillas por la vida, sigilosa, esperando a que alguien notara sus delgadas huellas y la vida la sacara a bailar, como en una de esas pelis. Cada noche se dirigía hacia su ventana y miraba hacia las luces de la ciudad y el cielo estrellado, achinando los ojos para ver sus destellos. Veía la vida detrás del cristal. La chica se imaginaba volando entre los destellos, pudiendo tocarlos y sintiendo su energía. Cuando viajaba en coche, fascinaba con todos los destellos que veía en la carretera.
Una noche con lluvia, los destellos brillaban más que nunca en su ventana. Cuando se dio cuenta, su mano ya se deslizaba por la ventana y la abría,  dejando que el viento se colase y la hiciera volar hacia el exterior. Cuando pisó el suelo sintió una sensación tan nueva como emocionante, y sus ojos se abrieron de par en par. Ahora lo sabía. Los destellos de luz estaban en sus pupilas.


Andrea Fernández, 20 de marzo de 2015