miércoles, 24 de mayo de 2017

Abuela

El día de Navidad de 2013 escribí estas palabras:

"Cuando la vida empieza a pesar en tus ojos, cuando te cansa la mirada y hace que tu energía empiece a derrapar y a caer en picado, me doy cuanta de que ese "siempre" sólo era un "por un tiempo" con mucho maquillaje (y a pegotes). Las palabras no concuerdan con las emociones, pero mi mente intenta merodear por ese océano infinito en busca de aquellas palabras que intenten definir lo importante que eres para mí, todo lo que has pisado mi alma y todas las pequeñas grandes huellas que has dejado.  
Es por eso que siento punzadas cuando dices que estorbas en esta vida. Cuando dices eso me hacen tripas corazón y hablo agua salada..."

Hoy hace un año que te fuiste y todo me habla de ti. No soy una persona de días marcados, me acuerdo de ti todos los días. Pero hoy necesito decirte que te echo de menos, que la vida es más oscura sin ti. Sé que estás mejor así que sufriendo mientras luchas por salvar tus recuerdos, pero muchas veces brota en mí el egoísmo de quererte de vuelta. Ojalá estuvieras bien, y aquí, con nosotros, siempre. Ojalá no hubieras tenido que pasar por todas las dificultades que tuviste a lo largo de tu vida. Ya apenas te recuerdo antes del alzheimer.

No quiero que esto se convierta en una carta de resentimiento. Hoy quiero recordarte como te mereces abuela, como una persona sin maldad que vivía para los suyos. Siempre he admirado tu sencillez y bondad, tu aguante ante las adversidades y tus actos de amor en silencio. Recuerdo tu risa más que nada y la manera en que nos tratabas. Todos tus viajes a Madrid en tren para vernos, cargada de regalos por navidad, el pollo con patatas más rico del mundo, tu patio lleno de flores y tu casa siempre preparada para acogernos. Te veo en la puerta de casa despidiéndonos con la mano mientras volvíamos a Madrid y los últimos viajes en los que siempre lloraba porque no quería que te quedaras allí sola. Pero tú amabas tu tierra. También recuerdo que el día que te fuiste amaneció soleado y en tu entierro los pájaros revoloteaban y piaban sin cesar. Recuerdo la debilidad, el miedo y las flores rosas. Pero lo que más recordaré serán tus ojos brillantes y tu tierna risa.


Eres un ejemplo de vida y luz. Siempre en mí abuela. Te quiero.










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